Hay nombres de platos que asustan a los que no se atreven a entrar a la cocina, y a veces están perdiendo la oportunidad de hacer algo realmente fácil pero espectacular. Este post es para ellos, para que pierdan el miedo a hacer algo más y puedan obtener un resultado como este. Los ingredientes están pensados para una sola persona (y así solo hay que multiplicar por el número de comensales y no es necesario sacar la calculadora...) e intentaré explicar la preparación lo más detalladamente posible.
1 solomillo de cerdo
1 loncha de jamón de york (fina y de buena calidad, sin grasas)
1 loncha de queso (que funda bien)
Sal
Pimienta negra
2 cucharadas de aceite de oliva
2 dientes de ajo
50 gr. de almendra cruda
1/2 vaso de vino blanco
1/2 vaso de agua
Preparación:
Coge una tabla de cortar y un buen cuchillo: vamos a abrir el solomillo. Esta operación la puede realizar tu carnicero, pero si te atreves, es fácil y podrás presumir de haber hecho tú solito la preparación completa.
Pon el solomillo vertical a ti en la tabla. Imagina una línea que divide la pieza de carne en tres fragmentos, más o menos de igual grosor (a lo largo, no a lo ancho). Mete el cuchillo acostado y por la derecha, aproximadamente a un tercio del total por arriba y corta sin llegar al final de la pieza de carne. Despliega ese nuevo filete.
Ahora tendrás dos tercios del solomillo original a tu derecha y a la izquierda, desplegado, el otro tercio que has cortado pero que no has separado de la pieza de carne. En la unión de esa parte más fina que acabas de cortar y la pieza completa (la izquierda del solomillo original), mete el cuchillo acostado en dirección a la derecha, cortando esa pieza del mismo modo que lo has hecho antes, en lo que serían los dos tercios restantes. No cortes hasta el final. Si despliegas de nuevo la parte recién cortada, tu solomillo se habrá dividido en tres partes a lo largo, convirtiéndose en una pieza de carne más fina y más ancha que la que tenías originalmente.
Pon sal y pimienta negra. Extiende sobre la carne una loncha de jamón de york y otra de queso, de este modo.
Dobla la parte más estrecha del solomillo hacia dentro. Enrolla la carne intentando guardar la forma original del solomillo.
Coge una cuerda de cocina. Vamos a atar la pieza de carne, para que en su cocción no pierda la forma. Mete el hilo por debajo del solomillo y a lo largo, y dale una vuelta completa a la carne. Después, dale vueltas al hilo a lo ancho, desde un extremo hasta el otro y cuando acabes, ata con un nudo. Ya está listo para empezar a cocinar.
Pela los ajos. Pon en una cazuela dos cucharadas de aceite de oliva y cuando esté caliente, sofríe los ajos y las almendras. Ambos ingredientes se cocinan muy rápido y darán mal sabor a la salsa si se queman, así que asegúrate de que el fuego no está muy alto. Una vez dorados los ajos y las almendras, sácalos de la cazuela y ponlos en un mortero. Pícalos.
En la misma cazuela vamos a sofreir el solomillo. Lo tendremos aproximadamente un par de minutos por cada lado, hasta que la carne cambie de color.
Será entonces cuando añadamos el majado de ajos y almendras, el vino blanco y el agua. Baja el fuego y deja cocinar durante 15 minutos.
Una vez listo, retira del fuego y saca el solomillo de nuevo a la tabla. Con ayuda de unas tijeras, retira la cuerda con que lo ataste, y corta en porciones. Coloca en un plato y baña con la salsa. Unas patatas le pueden venir bien como acompañamiento. Y no olvides el pan, que esta salsa lo agradece.
¡Buen provecho!